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Con los rayos de sol, el sonido de una lista variada de canciones y cubiertos por carpas blancas se encontraba un grupo de refugiados, que promocionaban sus emprendimientos. Se ofertaban diferentes productos, desde dulces tradicionales de Siria hasta carteras de jean de la hermana Colombia. Actividades como “caritas pintadas” o “bailo-terapia” estaban planificadas para atraer personas a esta feria, realizada para conmemorar el Día Mundial del Refugiado. El escenario fue el parque Julio Andrade Marín y los protagonistas vinieron desde San Lorenzo, Ibarra, Lago Agrio y Esmeraldas.

 

Con la ayuda de un micrófono, una mujer explicaba en qué consistía cada puesto y quién estaba a cargo. Los refugiados estaban parados atrás de las mesas, algunos con sonrisas y otros serios, con la esperanza de vender todos sus productos. Había individuos de diferentes nacionalidades, vestidos con camisetas blancas, que eran organizadores o miembros de estas familias, también medios de comunicación y algunos estudiantes, curiosos por saber más de este evento.

 

Edwin Zambrano, fue uno de los pocos que paseaba por las carpas. Este escuchó, de casualidad, que se celebraba el Día Mundial del Refugiado y salió de su trabajo para ver la propuesta del evento. Con sus manos cruzadas y sosteniendo una agenda, expresó que los ecuatorianos están en un proceso de aceptación. Sin embargo, para él “los extranjeros se sienten rechazados y están a la defensiva”. Una sonrisa se dibujó en sus labios y dijo: “se deben crear espacios donde todos puedan socializar, compartir y entender al prójimo”.

 

 

Un evento por la inclusión

Día Internacional del Refugiado

El 98% de refugiados en el Ecuador, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), son colombianos. Aquellas personas buscan la frontera más cercana y huyen del conflicto armado que existe en su país. Lucía Camelo, colombiana que salió con su hijo del país por amenazas, dijo que en Ecuador la acogieron totalmente. En la oficina de refugio les dieron información sobre la Organización Hebrea de Ayuda a Inmigrantes y Refugiados (HIAS) y acudieron a pedir ayuda. Les dieron alimentación y hospedaje hasta que se ubicaran, y pudieron comenzar de nuevo.

 

El lugar estaba lleno de carteles, pancartas y camisetas sobre el Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana. Esta institución “garantiza la protección y fomenta la inclusión económica y social de personas en situación de movilidad humana”. También, la Cancillería es la encargada de velar por “la implementación de políticas públicas que incluyan a personas migrantes”. La mayoría de refugiados conoce cuáles son sus derechos y deberes en esta sociedad porque están amparados en el Art. 9 de la Constitución ecuatoriana.

 

En medio de la feria estaba una carpa con refugiados de Damasco y Sri Lanka. Ana (nombre ficticio) huyó de su país hace dos años y cuatro meses, por la guerra, junto a sus tres hijos. Cuando llegó recibió alimentos (fréjol, arroz, aceite), ayuda médica y otros implementos  por parte de HIAS. Sin embargo, Ana dijo estar  “muy tranquila en Ecuador, porque aquí no hay guerra, pero la gente es diferente. Para mí es difícil trabajar, ellos quieren mi trabajo pero no me quieren pagar”. Sus manos se mueven con el ritmo de la conversación y aumentó el movimiento cuando habló sobre su hija. “Las niñas en la escuela tiene problemas con mi hija, si hace bien está mal y si hace mal también”.

 

Juan (nombre ficticio) habla muy poco español y su conversación fue en inglés. Él está aquí hace un año y dos meses. Su vestuario es diferente, su esposa está cubierta totalmente con una ropa tradicional que se llama burka, mientras que su hija está cubierta la cabeza. Él siente que su cara es un problema, que el idioma es un obstáculo  y su estadía es difícil en el Ecuador. Su esposa trataba de vender un plato típico de su país, parecido a las empanadas ecuatorianas. Mientras contaba su historia, una cumbia colombiana estaba de fondo y logró disipar la tristeza de este hombre. Sus hijos corrían de un lado a otro junto a voluntarios de la organización.

 

El objetivo del evento era enseñar la labor que hacen los refugiados en el Ecuador y el apoyo que necesitan. Según ACNUR, desde el 2000, el estado ecuatoriano ha reconocido a 54.865 personas como refugiadas. Como decían los folletos, que se entregaban en la feria, “el Ecuador es una nación que abre sus puertas con libertad y generosidad”.

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